la pequeña historia
 
 
 
De Samán a Samán

La pequeña historia de las instituciones la escriben las personas que en ella trabajan y que día a día comparten experiencias, esfuerzos, vivencias... Por esta razón se quiso incluir el testimonio de una persona que ha formado parte de la comunidad unimetana casi desde sus comienzos, pues desde hace treinta años ha estado presente en el quehacer cotidiano de la organización.

Ella es Silvia Villegas, Directora de la Escuela de Matemática, cuya vida estudiantil y profesional ha transcurrido a la par que la Universidad Metropolitana iba desarrollando tanto la infraestructura física como la académica. Así lo evidencian las palabras que pronunció el pasado mes de diciembre, en el acto de reconocimiento a los empleados.


Silvia Villegas

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Mi primer contacto con ella fue en San Bernardino un 22 de octubre de 1970, cuando un grupo de 197 estudiantes admitidos al primer año, materializa el inicio de un sueño; un sueño que se gesta durante una época de crisis social, económica y política en el país: los años 60.

Esa etapa de estudiante unimetana, recordada desde la perspectiva actual, recrea nítidamente a mis compañeros, a los profesores que influyeron en la construcción de mis creencias, también a aquellos que modelaron probablemente mis primeras actuaciones docentes, a los viajes que hicimos con el incipiente grupo de teatro, a mi trabajo en la primera cooperativa-librería de la Unimet (COLUME), gerenciada por un estudiante que hoy recibiría el premio al emprendedor unimetano.

En esa época todos nos conocíamos, convivíamos en un área de pocos metros cuadrados de construcción. Allí las autoridades compartían pasillo en algún momento del día con el personal administrativo, con profesores y estudiantes. Observaban, evaluaban y seguían, a través del patio presidido por el Samán - centro de energía del modesto campus- el desarrollo del sueño unimetano ya materializado.

Mi vida personal se ha desarrollado y evolucionado en el entorno ineludible de la universidad: mi esposo es uno de sus egresados, las primeras maestras de mis hijos han sido de la universidad. Sus primeros juegos de fútbol (deporte al que aún son fieles), fueron en la cancha de la universidad, el menor de ellos fue bautizado por el padre Zancajo en nuestra hermosa capilla.

A nivel profesional he tenido la oportunidad de desarrollarme en el área gerencial y educativa, he tenido además la inestimable suerte de trabajar con personas que sustentan las relaciones en la confianza, el cariño y el respeto mutuo.

He compartido con muchos de ustedes momentos de tremendo dolor por la pérdida física de seres queridos, de enfermedades graves de compañeros de trabajo, de angustia por situaciones difíciles en nuestro entorno -país, de conflictos y estrés, de confusión por decisiones internas que nos han envuelto en procesos de cambio que a su vez han desatado resistencias, mucho trabajo, sacrificios a nivel familiar y hasta puede que nos hayan llevado a cuestionar en determinados momentos, nuestra permanencia en la universidad.

Pero sobre todas estas cosas prevalecen en todos estos años y resaltan con un brillo especial otros “significados”…… ¿cuáles?: la confianza, el respeto mutuo, la solidaridad, la lealtad , los gestos de afecto, el entusiasmo contagioso que nos regalan en ocasiones compañeros, secretarias, vigilantes o estudiantes, el tomar conciencia de cómo soy en lugar de lo que soy, de cómo lo digo y cómo lo hago y también resaltan muy especialmente aquellas palabras oportunas que nos han ayudado a relativizar el desánimo y las batallas perdidas y a sacudirnos del pesimismo paralizante que en ocasiones trata de ganar terreno.

Estos momentos y significados han sido determinantes para nuestro compromiso, en nuestras acciones y en nuestra evolución como individuos, han contribuido a moldear ese sueño de universidad, que aspiro, nos siga conduciendo hacia la apertura de canales para la participación.

Gracias a todos.